Un tratamiento exitoso contra la hepatitis C ralentiza, o detiene, la progresión de la enfermedad hepática y permite que el hígado comience a sanar. En algunos casos, el tratamiento puede mejorar la función lo suficiente como para que las personas puedan abandonar una lista de espera para transplantes. Pero curar el VHC no revierte completamente el daño al hígado. Las personas que han desarrollado cirrosis siguen corriendo riesgo de cáncer de hígado y otros problemas hepáticos y deben recibir un monitoreo con regularidad.

Es importante que cuides tu hígado antes y después del tratamiento para la hepatitis C. El alcohol puede causar más daño al hígado, por lo que se recomienda que las personas sin cirrosis no beban demasiado y las que tienen cirrosis se abstengan de beber. Comunícale a tu médico sobre cualquier medicamento de venta libre, hierbas o suplementos que tomes. Vacúnate contra la hepatitis A y B. Contraer uno de estos virus además de la hepatitis C puede llevar a problemas hepáticos más graves. Por último, consume una dieta balanceada, haz ejercicio regularmente, mantén un peso saludable y duerme lo suficiente para reducir tu riesgo de enfermedad de hígado graso y para mejorar tu salud general.