Los tratamientos actuales con antivirales de acción directa (DAA, siglas en inglés de direct-acting antiviral) para la hepatitis C son altamente efectivos. Los cursos estándar de ocho a 12 semanas de medicamentos diarios ponen tus posibilidades de cura en el rango superior al 90%.

Si bien estos medicamentos están asociados con algunos efectos secundarios, típicamente estos son leves, especialmente comparados con el arduo sacrificio que era tomar los antiguos, ya obsoletos tratamientos para la hepatitis C basados en interferon, que afortunadamente ya no se usan para el tratamiento del virus.

Las guías de tratamiento para la hepatitis C más simples son para quienes comienzan el tratamiento por primera vez, no tienen problemas de salud adicionales, no tienen enfermedad hepática grave y no están embarazadas. La mayoría de las personas con casos tan claros no necesitarán consultar a un especialista, como un hepatólogo (especialista en hígado) o a un médico especialista en infecciones. En cambio, un médico general o un médico de cabecera estaría capacitado para supervisar su tratamiento.

Las personas con cirrosis avanzada, o que estén en la última etapa de enfermedad renal, tengan cáncer de hígado o un trasplante de hígado y las mujeres embarazadas, deben consultar con un médico especialista acerca de la mejor estrategia de tratamiento.

Antes del tratamiento

Antes de determinar el mejor curso de tratamiento para la hepatitis C, tu proveedor de atención médica querrá hacerte una serie de pruebas y hacerte preguntas acerca de lo siguiente:

Pruebas de genotipo: Una prueba determina cuál de los seis principales tipos genéticos del virus de la hepatitis C (VHC), llamados genotipos, tienes. Algunos tipos son más fáciles de tratar que otros. Las antiguas terapias DAAs funcionan sólo contra ciertos tipos, pero los nuevos medicamentos funcionan contra todos los tipos. Si tienes el genotipo 3 del VHC, puede que se requieran consideraciones adicionales para asegurarte de que recibas el régimen de tratamiento más efectivo.

Daño en el hígado: Tu proveedor de atención médica puede realizar pruebas de sangre, estudios por imágenes o una biopsia para evaluar el grado de daño que la hepatitis C pudiera haber causado en el hígado. La fibrosis de hígado o cicatrización tiene cuatro etapas. La etapa más avanzada es la cirrosis. La cirrosis compensada es la forma menos grave de esta enfermedad avanzada y la cirrosis descompensada es la forma más grave.

Otras infecciones: También deberías hacerte las pruebas de VIH y la del virus de la hepatitis B (VHB).

Etapa final de la enfermedad renal: El tratamiento de la hepatitis C requiere un ajuste particular para las personas con enfermedad renal avanzada.

Cáncer de hígado: Los análisis de sangre, los estudios por imágenes o las biopsias pueden diagnosticar el carcinoma hepato-celular, la forma más común del cáncer de hígado. Tener cáncer de hígado puede afectar el curso del tratamiento para la hepatitis C.

Embarazo: Tomar DAAs durante el embarazo presenta algunos riesgos.

Otros medicamentos y suplementos: Es importante que hables con tu médico acerca de todos los otros medicamentos que puedas estar tomando, incluyendo productos de venta libre, hierbas, suplementos y drogas recreativas. Esta conversación tiene el propósito de determinar si existe alguna posible interacción insegura entre esas drogas o suplementos y el tratamiento para la hepatitis C.

El tratamiento por primera vez

Hoy en día existen en el mercado numerosos regímenes de tratamientos DAAs para la hepatitis C, y tendrás la mayor cantidad de opciones si estás por comenzar tratamiento por primera vez.

Las guías de tratamiento de la Asociación Americana para el Estudio de Enfermedades Hepáticas (AASLD, siglas en inglés de American Association for the Study of Liver Diseases) favorece ciertos regímenes sobre otros. Las guías de AASLD son para personas que reciben el tratamiento por primera vez y tienen casos muy claros. Hay guías para los que no tienen cirrosis y para los que si tienen cirrosis compensada.

Visite HepMag.com para más informa-ción. Es el sitio web de la revista Hep, nuestra publicación asociada dedicada a la hepatitis y a la salud del hígado.

Intentando nuevamente

Si ya recibiste tratamiento para la hepatitis C pero no te curaste, tienes buenas posibilidades de derrotar al virus si vuelves a intentarlo. Para elegir el mejor régimen para reiniciar tu tratamiento de acuerdo con tus necesidades específicas, debes consultar con un especialista, ya sea un hepatólogo o un médico especialista en enfermedades infecciosas.

Si previamente habías recibido tratamiento antiguo para la hepatitis C, tú y tu médico tienen multiples regímenes DAAs para elegir, dependiendo del genotipo de tu VHC y de si tienes cirrosis.

Existen recomendaciones especiales para quienes previamente recibieron interferon más un tratamiento DAA de la clase de los inhibidores de la proteasa. Estos medicamentos ya son obsoletos.

Si estás entre el muy pequeño porcentaje de personas para las que la primera ronda de nuevos tratamientos DAA no curó su hepatitis C, aún tienes buenas opciones para volver a intentar el tratamiento.

Si tu régimen anterior incluía medicamentos DAA llamados inhibidores NS5A, tu médico puede hacerte pruebas para determinar si tu hepatitis C se ha vuelto resistente a los medicamentos de esta clase. De ser así, tu régimen de tratamiento puede requerir consideraciones especiales. Las drogas NS5A son componentes de algunos regímenes combinados.

Al igual que con la ronda inicial de tratamiento para la hepatitis C, existen consideraciones especiales para las personas con cirrosis descompensada, para quienes estén en la última fase de la enfermedad renal, que tengan cáncer de hígado o hayan recibido un trasplante de hígado y para las mujeres embarazadas.

Hasta que recibas un nuevo tratamiento con un régimen moderno de DAA, debes monitorear tu enfermedad hepática cada seis a 12 meses para ver si la enfermedad ha avanzado.

¿Estás curado/a?

Doce semanas después de haber terminado el tratamiento DAA, se considera que estás curado/a si una prueba no consigue detectar la hepatitis C en la sangre, lo que se conoce como una respuesta virológica sostenida.

Cuidados para después de curarse

Si te has curado de la hepatitis C pero persiste tu riesgo de contraer el virus nuevamente, lo que se conoce como reinfección, debes continuar haciéndote al menos una prueba anual para el virus. Los factores de riesgo incluyen compartir instrumentos para inyectarse drogas, y para los hombres, tener sexo sin condones con otros hombres.

Si no tienes cirrosis, una vez que te hayas curado de la hepatitis C, no necesitas continuar viendo a un médico regularmente para monitorear la salud de tu hígado. Sin embargo debes continuar haciéndote chequeos de rutina con tu médico de cabecera para evaluar tu salud y bienestar general. Las personas con cirrosis deben hacerse monitoreos para el cáncer de hígado cada seis meses.

Efectos secundarios

Las nuevas terapias DAAs son seguras y bien toleradas. En estudios clínicos de estos regímenes, los efectos adversos para la salud más comunes fueron dolor de cabeza, fatiga y náusea; generalmente estos fueron leves.

Sólo el 0.1% de los participantes en un estudio y el 0.2% de los participantes en otro estudio dejaron de tomar los medicamentos debido a los efectos secundarios u otros resultados negativos para la salud.

El tratamiento para la hepatitis C puede causar la reactivación del VHB. Si también tienes hepatitis B, tu médico debe monitorearte de cerca mientras estés bajo tratamiento para la hepatitis C.

En raros casos, las personas con cirrosis compensada pueden experimentar una progresión a su forma descompensada durante el tratamiento DAA. Tu médico puede hacerte pruebas para determinar este resultado mientras estés bajo tratamiento para la hepatitis C. Debes consultar a un especialista si durante el tratamiento empeoran los resultados de las principales pruebas de sangre que evalúan la salud del hígado, incluyendo las enzimas ALT y AST, o si desarrollas ictericia (ojos y piel amarillentos), ascitis (acumulación de fluídos en el abdomen), encefalopatía (problemas en el cerebro) o cualquier otro síntoma relacionado con el hígado.